Arturo Méndez-Roca
I
No sé porqué será Señor, aunque no creo en tu inmensurable presencia, que aquí nos seguimos debatiendo. No hablo por mí, dejo que las palabras formuladas por mi boca se empalaguen más bien por los pensamientos, deseos, ambiciones incluso de otros.
Dado mi paso por las aulas fugaz pero sin embargo intenso y vastamente fructífero—si consideramos la magra cantidad de años asignada a cada uno—, por ese ambiente vetusto, no por nada herencia de una familia aristocrática que las donó, con raíces hundidas en la vasta y dura greda de la historia pero aletargándose empavorecida por la proximidad de la muerte
esas edificaciones que cobijaban, a lo mejor aún cobijan, habría que verlo, estas vastas aulas en su momento frígidas. A lo que iba, no podría explicar de otra manera esta predisposición a mezclar mis circunstancias particulares, no muy provistas de interés, para eso basta que me vea en el espejo, que me vean por la calle. Sentimientos de la más profunda autocompasión me embargan cada vez que me veo venir desde los escaparates. Y no estamos hablando de una ciudad, de un tipo de cultura, sino por lo menos de dos tipos de urbes que he conocido que si bien enfrentadas son a la vez indiscutiblemente iguales aunque se encuentren en hemisferios distintos y opuestos: el Norte y el Sur.
Eso de ‘Señor’ es más bien una manera de hablar, de expresarse, de intentar la comunicación, usando frases hechas, que a su vez puede que reflejen sentimientos, pensamientos y concepciones igualmente manoseados, en un mal sentido carente de vitalidad. Quizás debido justamente a mi gris apariencia personal, hecho del que fui consciente desde que pude dar mis primeros e inciertos pasos, o a lo mejor así me parece desde la cumbre --figurada--de la vida vasta en años desde la cual me inclino o asomo, como si se tratara de un balcón, a otear las praderas de los años infantiles y juveniles que me figuro --vaya novedad-- verdes, verdes también como la envidia que en tanto ser conciente, animal que piensa, me corroe frente a la insinuación de la mera existencia de otro ser, uno numinoso, ahora expulsado de mi vida aunque nunca tuvo en ella existencia concreta, precisamente por esa ofensiva característica, para todos nosotros los de aquí abajo, la vida eterna, porque para más remate si existes vives por allá arriba, en el cielo.
No por azar decidimos empezar estas páginas refiriéndonos a la problemática religiosa, que aquí y en la quebrada del ají, ya prepara o implementa holocaustos de sangre, como si estuviéramos en lo mejor de la Edad Media, todos los fulanos de familias respetables del occidente cosiéndose cruces de paño en la ropa para salir a matar moros, un pariente muy lejano mío que se llamaba Machuca recibió ese nombre porque una ver en una pelea se agenció una rama gruesa de árbol y machucó tantas cabezas ese día que los potentados feudales de la época, señores de horca y cuchillo pero con un poder vasto sobre los negocios humanos que se extendía hasta a la nominación, decidieron poner a él y a sus descendiente ese apellido con que empezábamos esta perorata.
Cita textual si no me creen “al apellido de Machuca nuevamente ganado, por habérsele quebrado la espada y desgajado un sepejón de olivo, con el que hizo mucho estrago en los moros”. Ahora vamos a la fuente, Sobre la Casa de Vargas Machuca por Bartolomé Gutiérrez, 1754, en cuanto a sepejón, como me explicaba un españó “pues es una rama,
vamos”.
II
Lo que pasó es que la marca de los años de penuria, no tanto, más bien de incertidumbre en todos los aspectos de la existencia. Estamos perfectamente conscientes de que hay ciertos temas que están casi absolutamente prohibidos y con mucha justicia, ya que tienen la virtud o falta de
de provocar las más exaltadas y justificadas reacciones antagónicas y condenatorias—que muchas veces pasan de la expresión escrita u oral a la violencia física ejercida implacablemente contra quienes emiten ese tipo de juicios—cuya justa condena es resuelta y denodadamente reproducida por los medios más establecidos, las cadenas de televisión con más audiencia, los periódicos de mayor difusión. Los personeros más conocidos y mejores oradores en los campos que adecuadamente se suelen describir al menos en la parte del mundo que habla el idioma inglés bajo los términos radicales/radicals, liberales/liberals son los primeros en poner el grito en el cielo y nosotros mismos nos vemos forzados en parte por nuestras propias conciencias a despachar lo más rápidamente posible este asunto que si bien nos parece verdadero y ajustado a la realidad en grandes porciones de este planeta no deja de ser ingrato pese a su pertinencia para el tema que nos preocupa en estas líneas o páginas
agobiado por la necesidad de una existencia social aceptable ante los ojos de los demás—así supone— y los suyos propios—maldito desde su más tierna edad por un origen social y nos atreveríamos a decir étnico no muy alentadores si uno aunque sea con repugnancia asume el punto de vista de los maestros de la sociedad, la economía y la cultura, que si bien se han visto obligados reluctantemente y como resultado de enormes y sostenidas presiones a un retroceso tan paulatino como inevitable en el curso de varias centurias aún ejercen su poder muchas veces enquistados en el cerebro mismo de los Pobres del Mundo en todo su abanico de acepciones y que han sido el elusivo objeto de todas las reivindicaciones habidas y por haber
pasando pellejerías desde los patios mismos de la institución educacional secundaria bastante prestigiosa que lo vio educarse—debido a su estatura, su color moreno, nos atrevimos a decirlo, sus magras posibilidades económicas, o las de su familia—objeto de burlas, maltratos y discriminaciones de parte de otros condiscípulos más altos, más claros, con mejores apellidos y con más medios—nada muy serio fíjese, podrían comentar los inspectores de los liceos, incluso de los colegios particulares, “cosas de niños, sin importancia, sin trascendencia, no se preocupe señora”. Pero el daño ya estaba hecho.
III
Otro elemento que tenemos que tomar en cuenta son los tiempos en que vivimos y lo difícil que siempre resulta el abandono de la niñez, eso lo corroboran terceras partes en abundancia
Pero otra vez nos topamos con lo que profesionales pagados o free lance de las ciencias, profesores de filosofía a nivel universitario e incluso secundario, claro que en los dos años superiores y en planteles educacionales de primera clase, de primera calidad han dado en llamar un universo de discurso
en este caso muy estrecho y poco abarcador. Dime, ¿en cuántos países y regiones?, ¿qué pequeño o minúsculo porcentaje de los así llamados niños (y niñas) pueden disfrutar realmente de lo que nosotros, sin ninguna duda privilegiados podemos llamar la niñez, época de dependencia y maravilla, en que el mundo no parece estar contenido por ningún horizonte, todo es vasto y magnífico e interminable, pareciera que detrás de los montes o la vuelta de la esquina comienzan escaleras escalares que te van a llevar a lo alto?
en cambio son incontables los millones de niños de vientre saliente, ojos salidos y mirada acusadora cuando no embotada, sostenidos apenas en brazos famélicos de madres otrora hermosas de piel bronceada que ahora caminan cansinas lo mismo en una dirección que en otra como unas viejas de veinte años
rodeadas de arena por los cuatro puntos cardinales
o los niños mutilados en las guerras civiles, vendidos y comprados para satisfacer ansias inconfesables, dedicados a trabajar desde los siete años o incluso más jóvenes en telares y maquiladoras de diversos tipo, a pedir limosna en cien megaciudades
las innumerable guaguas del sexo femenino eliminadas y enterradas antes de siquiera abrir los ojos a la luz del mundo, o muy poco después y así por el estilo pare de contar
¿de qué infancia me habla?
¿de qué niñez me está hablando?
¿qué cuento me está contando?
¿con qué chichita quiere que nos curemos?
IV
Así nos hemos vistos a confesar que carecemos de la posibilidad de invocar sin un gran riesgo moral una cantidad de instancias vitales universales tal como las experimentamos en el curso de nuestra vida normal, antes del transplante, antes de la locura de fin de siglo y comienzo del presente
Un elemento estilístico importante que hay que tratar de conseguir es legitimar el lenguaje abstracto, que desgraciadamente es el único que comunica cosas más o menos generales
O bien experimentar con nuevas maneras de decir que puedan hacer un poco de análisis, pensar un poco en la página pero con sabor, como dirían los caribeños
—pero eso no es culpa tuya. Tú ya has hecho bastante. Has hecho lo que has podido y ese tipo de proyecto de escritura pocos poetas se lo han planteado. Yo te diría que ninguno. Que Chile, país de donde sos originario es un país de poetas se ha convertido en un lugar común. No hace mucho un amigo (creo) que no voy a nombrar recibió por este mismo medio electrónico un cuestionario de una oscura revista chilena para que diera su opinión, contestando a una sola pregunta, ¿es cierto que Chile es un país de poetas?. Hay en América del Norte bastante legislación de origen consuetudinario sobre el derecho a la privacidad. Pero que no se envanezcan los detractores de los canutos diciendo que eso pasa en la cultura protestante individualista blá blá blá etcétera etcétera. Los mismos españoles tienen desde la Edad Media un dicho que reza “Debajo de mi capa mato al rey”
Wednesday, June 4, 2008
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